Material- Clase Virtual 8

Octaba Clase Virtual - Noviembre 3, 2020

 

Terceros en Discordia y El Perdon en La Pareja

  1. Terceros – Hijos, Familia y Amistades:

La participación de terceros en una relación de pareja puede afectar tanto positiva o negativamente. Es importante aprender a marcar límites para los terceros de la pareja ya que el sobrepasar esos límites puede envenenar una relación en un intento de salvar esta misma.

Existe un principio fundamental cuando un hombre y una mujer deciden unir sus vidas para iniciar un proyecto común mediante la unión libre o el matrimonio. Se trata del precepto bíblico de "dejar a su padre y su madre y de unirse a su cónyuge para ser uno solo". Al entender este precepto en su verdadero sentido, se posibilita el inicio de una nueva realidad familiar libre de muchos inconvenientes.

Por supuesto que dejar a su padre y a su madre, no significa abandonarlos ni desentenderse de ellos. Al iniciar una vida conyugal, la pareja debe dejar a sus familias de origen para concentrarse en la construcción de su propia y nueva realidad familiar. Ambos cónyuges podrán continuar cerca de sus padres y familiares, pero entendiendo que esa eventual proximidad física y emocional no debe significar nunca un involucramiento insano o una intervención desmedida.  

Con los padres y suegros, es conveniente establecer, en la medida de las posibilidades, una relación cercana, saludable, positiva, cordial, afectuosa y de respeto recíproco. En las familias de origen, la nueva pareja debería de encontrar amor, apoyo, consejo, orientación y solidaridad.

 El problema surge cuando, por un lado, uno o ambos cónyuges no rompen el "cordón umbilical" con sus padres y mantienen lazos de dependencia con ellos que impiden el desarrollo saludable de la nueva familia.

Pero, además, puede suceder que los padres o suegros no comprendan ni respeten la necesaria independencia y autonomía de los nuevos cónyuges, y pretenden continuar diciéndoles lo que deben hacer sus hijos en las distintas esferas de la vida matrimonial o familiar. Estos son padres interventores que, aunque en ocasiones, les inspira muy buenas intenciones, terminan por obstaculizar el desarrollo de la nueva realidad familiar, con sus propias características, normas y dinámicas, que podrían, incluso, diferir en mucho de las que regulan las dinámicas en las familias de origen.

Desde esta perspectiva, la nueva pareja debe asegurarse de que, con relación a sus padres y suegros, lo más conveniente es aplicar la frase "cercanía necesaria con distancia saludable". Es decir, con la familia de origen se debe aspirar a mantener un vínculo amoroso cercano, pero a una distancia apropiada que permita el desarrollo autónomo de las decisiones y acciones de la nueva pareja.

El establecimiento y respeto de estas fronteras físicas y emocionales facilitará  el entendimiento y  disminuirá los riesgos de intervenciones inconvenientes que puedan causar fisuras en la relación propia de la pareja o entre ésta y sus respectivas familias de origen.

El delimitar de manera clara y temprana estas fronteras, ayuda a que los nuevos cónyuges no tengan que pasar luego por indisposiciones, incomodidades y discusiones innecesarias, provocadas por el excesivo involucramiento -consciente o inconsciente- de padres y suegros.

Cuando la presencia e intervención de padres y suegros es ya excesiva, repetida y poco saludable, la pareja debe hacer un alto, conversar serenamente y acordar nuevas pautas para transmitirlas con amor, respeto y transparencia a sus familias de origen. En este caso, la pareja debe lograr entenderse primero y llegar a acuerdos plausibles, procurando evitar que de esta situación se deriven resentimientos y/o conflictos entre ellos o con sus respectivas familias de origen.

Sin embargo, la participación excesiva e inconveniente de "terceras personas" en el la relación, puede también provenir de otros familiares, de amistades, compañeros de trabajo o vecinos.  Al igual que en el caso de padres o suegros, para estas otras personas, el establecimiento de límites es fundamental.

 

La unión de una pareja, ya sea en unión libre o matrimonio, no es una realidad en la que la nueva pareja se deban aislar del mundo que los circunda. Por el contrario, es sano para la pareja desarrollar y mantener relaciones afectivas y cercanas con familiares y amigos.

 El problema ocurre cuando esas relaciones empiezan a afectar la dinámica íntima de la pareja o de la nueva familia. Mientras los ámbitos físicos, afectivos y emocionales estén claramente delimitados no solo no habrá riesgos, sino que podrán ser estas vinculaciones muy positivas para la pareja; pero cuando las intervenciones se vuelven muy cercanas y desmedidas, pueden llegar a amenazar la vida conyugal y familiar. Una vez más, para este tipo de relaciones, conviene aplicar la frase "cercanía necesaria con distancia saludable".

 En efecto, los cónyuges deben reconocer y aplicar los límites de afecto, interés, respeto y prudencia que deben existir de parte de la pareja con otros familiares, amigos, compañeros de trabajo y vecinos. Colocar límites en los tiempos y temas de las conversaciones, en las ocasiones y lugares en donde se suscitan los encuentros, y en la proximidad e identificación a la hora de compartir preocupaciones o proyectos personales o de pareja.

 Las fronteras aquí también deben estar muy bien definidas y blindadas para que no sucedan inconvenientes y sorpresivas confusiones o excesos de confianza que puedan dañar la relación conyugal.

 La vida en pareja es un lugar para desarrollar un vínculo estrecho, íntimo, único, entre dos personas que se unen para ser una sola unidad. A partir de esta hermosa realidad conyugal se construye la nueva familia. Con las "terceras personas" -sean padres, suegros, otros familiares, amigos, compañeros de trabajo o vecinos-, la pareja debe mantener una necesaria y favorable proximidad que les ayude a crecer y disfrutar, pero con una clara y saludable distancia física y emocional que les permita resguardar su intimidad, autonomía e identidad.

 

Aunque no lo creas los hijos también pueden ser los «terceros en discordia» en una pareja.

Mucha tela se ha cortado respecto a los factores que dañan una pareja; sin embargo, hay aspectos que una pareja jamás podría llegar a imaginar que puedan ser los detonantes de la destrucción de su relación marital.

Esos aspectos inimaginables tienen que ver con la manera como te relacionas con tus hijos, pero antes de cerrarte con un no rotundo, te invito a seguir escuchando.

 

 

¿De qué manera tus hijos pueden llegar a destruir tu relación de pareja?

Puede ser difícil de creer, sin embargo, son varias las situaciones que los hijos pueden provocar de manera indirecta y que repercuten de forma negativa en la relación de sus padres. A continuación, encontrarás algunas de esas situaciones:

1. Cuando el hijo llega sin ser esperado (o deseado) por uno de los padres

Aunque los hijos son la mayor muestra de amor que pueda haber en una pareja, no sé puede negar que hay situaciones en las cuales su llegada no resulta ser la mejor noticia que se pueda recibir.

Es en este caso en particular, que el bebe -que se supone ha sido concebido con amor- comienza a ser un punto de discusión entre sus progenitores, sin que sea directamente culpa de él-desde luego-.

2. Cuando el hijo es la «manzana de la discordia» por efectos de su crianza

En este caso, la llegada del hijo es una noticia bien recibida y anhelada desde hace mucho; el problema comienza cuando la crianza, cuidado y educación del chico queda bajo la responsabilidad de uno solo de los padres. Esto puede tomar 2 caminos.

    1. El primero

surge cuando el padre a cargo de la crianza y cuidado riñe con su pareja por la aparente despreocupación y poca participación en la crianza de su hijo.

    1. El segundo

problema aparece cuando uno de los padres desautoriza al otro frente al hijo. Pasa por lo general cuando el padre desautorizado desea aplicar un correctivo al chico a causa de alguna falta cometida y el otro siente que no «tiene derecho» a corregirlo, pues -para sus adentros- no pasa tanto tiempo con el hijo como ella o él y por ello pierde ese derecho.

3. Cuando el cónyuge compite con el hijo por el afecto de su pareja

Es cuando a raíz de la llegada de los hijos, uno de los padres acusa al otro de darle más amor y atención al pequeño que a él.

4. Cuando la relación marital se colma de responsabilidades

Acá el problema surge porque a la pareja ya no le queda tiempo de salir y vivir su vida de libertad como antes de la llegada de los hijos, pues cada salida que se planea refiere la búsqueda de una niñera y si no la encuentran pues deben quedarse en casa.

 

5. Por falta de límites y autoridad paternal

Parece un poco extraño pero pasa más veces de las deseadas. Acá los niños desafían a sus padres, provocando que ambos peleen, esto pasa cuando la familia no tiene la debida estabilidad para guiarlos.

6. Por disminución de la intimidad conyugal

Debido a la pérdida de privacidad y aún más cuando los chicos llegan a la adolescencia, la vida en pareja se torna menos privada y por ello surgen problemas.

 

Formas de solucionar esos inconvenientes y así evitar que se vuelvan infranqueables:

  1. Lo primordial es que la pareja este de acuerdo ante la planeación y llegada de los hijos. De esa manera se evita que ellos sean causantes (sin querer) de un problema por su llegada.
  2. Pon tu relación antes que a tus hijos. La relación antecede a los hijos y debe permanecer después de que ellos se vayan a vivir sus propias vidas.
  3. En la educación deben estar de acuerdo con las reglas del hogar y la vida en familia. El propósito de ellas es que entre las partes de la familia la comunicación sea efectiva desde que son pequeños.
  4. Las reglas deben ir desde la que indican la manera de repartirse las tareas del hogar, la hora de levantarse y acostarse, de llegar a casa cuando son adolescentes e incluso cuanto pueden gastar y la manera de ganarse ese dinero.
  5. No muestre debilidad. Busca que tus hijos tengan la mejor vida posible, pero con principios y reglas que lo hagan un buen ser humano.

Dale tiempo a tu relación ya que gracias al afecto que ustedes se manifestaron desde el inicio es que sus hijos llegaron al mundo. Saquen tiempo para darse pequeños viajes románticos cada vez que puedan. Esto les ayudará a revivir su vida de pareja y a mejorarla.

 

  1. El Perdón entre la pareja:

El Poder del Perdón

Las ofensas provenientes de nuestros seres queridos suelen doler más porque al daño recibido se le suma el sentimiento de haber sido de alguna manera traicionados en nuestra confianza, nuestros afectos o nuestras expectativas.

 

Por eso los errores entre esposos tienden a convertirse no sólo en “problemas por resolver” sino en “dolores del corazón” que amenazan la relación misma y que hacen hasta dudar del amor. Muchas parejas empiezan así por preguntarse: “¿Cómo pudo hacerme esto?”, “¿Cómo a mí que tanto lo(a) quiero”, “¿Por qué si yo tanto he hecho o dado por él(ella)?

 

Lo primero es por tanto entender que toda persona se equivoca pues está siempre en proceso de aprender y desarrollarse. Y tu cónyuge no es la excepción. Además, muchos de las limitaciones de los adultos para expresar el amor, como se debiera, provienen de las heridas emocionales que esa persona recibió en su infancia. Por eso, lo más probable es que detrás de los errores de tu pareja hay un niño o una niña herida que todavía debe crecer.

 

Ahora bien, si has logrado entender esos dos datos (que tu pareja no es perfecta y que posiblemente detrás de sus errores hay un niño o una niña herida que todavía debe crecer), estás entonces listo(a) para cambiar tu odio y frustración y empezar a sanar tu corazón, y tu relación con el poder del perdón. Pero para que entiendas mejor de lo que se trata, es preciso entender bien qué es perdonar:

 

¿Qué es perdonar?

Muchas personas temen que al perdonar le van a dar a la otra persona el poder de seguirlas ofendiendo, o que se van a rebajar o humillar. Sin embargo, es importante saber que:

 

Perdonar no es aceptar lo inaceptable ni justificar males como maltratos, abusos, faltas de solidaridad o infidelidades. Tampoco es hacer de cuanta que no ha pasado nada. Eso sería forzarnos o ignorar la realidad y a acumular resentimientos. Igualmente, perdonar no es tratar de olvidar lo que me han hecho, pues siempre es bueno aprender de lo vivido.

Perdonar es sobre todo liberarse de los sentimientos negativos y destructivos, tales como el rencor, la rabia, la indignación, que un mal padecido nos despertó y optar por entender que está en mis manos agregarle sufrimiento al daño recibido o poner el problema donde está: en la limitación que tuvo mi cónyuge de amar mejor, en una determinada circunstancia.

En síntesis, perdonar es: Otra manera, distinta de la rabia y el rencor, de ver a las personas y circunstancias que creemos nos han causado dolor y problemas. Es,poder mirar mi cónyuge y sus acciones negativas, con el realismo y la misericordia propias de Dios que, sin desconocer nuestras faltas, no nos identifica con el pecado y nos da la ocasión de ser mejores.

¿Por qué perdonar?

Porque mientras con el odio y el rencor quedamos atados al mal que nos han hecho y estancamos la relación matrimonial concentrándonos sólo en el error y el dolor que una determinada acción nos causó, el perdón nos da la oportunidad de ver la falta como un error real, pero sin la carga emocional que nos daña. Entonces, además de recuperar la paz, recobramos la lucidez para evaluar el daño en su dimensión real y tomar las medidas necesarias frente a la relación.

Porque soy yo mismo(a) quien es responsable de producir la rabia o el odio y de aferrarme a ellos. La rabia, es una forma de satisfacer mi ego igualmente herido.

Porque mi cónyuge, es mucho más que su error. Sin querer justificar su falta, es claro que detrás de su acción hay un “niño o niña herido (a)” por los condicionamientos de su pasado, pidiéndonos, a través de su rabia, violencia o agresión, que lo auxiliemos, lo amemos, lo respetemos”.

Es claro igualmente que si mi cónyuge me entregó un día su vida en matrimonio es porque me ama y que por tanto, lo más seguro es que su equivocación no fue deliberada sino el fruto de sus limitaciones como ser humano en proceso.

Porque amar al cónyuge supone aceptar que es limitado y renunciar a mis expectativas a cambio de su realidad y buena voluntad de hacer lo mejor posible.

Diferencia entre perdón y reconciliación

Mientras el perdón es una decisión de cada persona, al interior de su propio corazón, la reconciliación supone la recuperación de la relación entre los dos. Lo ideal es por tanto que, una vez me libere de la rabia y renuncie a identificar a mi cónyuge con el error que cometió, nos dispongamos juntos a analizar el daño y buscar, en la medida de lo posible, una reparación.

Dicha reparación supone que el ofensor reconozca su error, valore el efecto de lo que causó y pida perdón. El ofendido debe entonces igualmente aceptar las disculpas y ofrecer su perdón como la base para iniciar de nuevo una relación, sin rabia ni rencores, pero sabiendo que hay algo por mejorar.

 

Mientras exista por tanto la voluntad de cambiar y la sensibilidad para aceptar las propias limitaciones y lo que ellas pueden causar, el perdón y la reconciliación serán casi siempre posibles. Así el matrimonio se convierte en la escuela de amor donde cada persona debe encontrar un espacio donde es amada y aceptada, aún en esas realidades que no fueron amadas y aceptadas en la propia familia. Y mientras es retada a cambiar puede, por amor, liberarse poco a poco de sus limitaciones de carácter y sentir que puede crecer en su capacidad de dar y recibir amor.

 

Esta oferta de perdón y reconciliación no debe sin embargo ser forzada con manipulaciones como “si me amas realmente debes…”; tampoco con presiones como: “yo he hecho mucho por ti, por lo tanto, tu…”. No. La oferta del perdón debe ser gratis, y la reconciliación un acto que los dos ofrecen y se comprometen de manera igualmente gratuita a realizar, por que nace del deseo de seguir amando y del dolor de haber herido al otro, sin pretenderlo o sin saberlo.

 

Hay sin embargo realidades que, si bien podemos perdonar, rompieron totalmente la confianza o demostraron que definitivamente la otra persona no está en condiciones de vivir en pareja. En tales circunstancias la reconciliación no es aconsejable. Tal es el caso de personas con vicios, depravaciones o deformaciones serias de su personalidad o conducta que pueden seguir dañando a la pareja y los hijos, y frente a los cuales el cónyuge está en el derecho de protegerse mediante la separación.

 

 

Videos de Reflexión

Cuida a tu Pareja - https://www.youtube.com/watch?v=THDXcGXtrvU&feature=share&fbclid=IwAR12sFLuiqBduYQSpc--u0-igtNrOgwU2ln5ez-0X3jo8xlsXfMCQ3NRqkg

El Perdon No es un Deporte - https://www.youtube.com/watch?v=DQF8kaFQOhU&feature=share&fbclid=IwAR07Crmcl068oU2FnBkziH_Z9fF0NbFpH0Wv5fsuVJtLMo-EtPtXeooVS0w